miércoles, 9 de septiembre de 2009

Sobre Madame Satá


BRASIL NO CREE EN LÁGRIMAS

El nuevo cine brasileño tiene su foco puesto en la marginalidad, en los excluidos, en las víctimas de la violencia. Uno de sus directores más potentes es Karim Ainouz, guionista de "Detrás del sol" de Walter Salles, cuya opera prima, "Madame Satá", retrata a través de un personaje mítico que logró cambiar su destino, la forma de ser del pueblo brasileño. Ainouz conversó con ECI acerca de su película, del Brasil que quisiera ver y de la polémica que enfrenta con la exitosa "Ciudad de Dios".

Publicado 01/07/2003
Por Cynthia Sabat


ECI: ¿Cuál es el desafío que plantea llevar al cine un mito?

Karim Ainouz: Los desafíos fueron dos: por un lado cómo llevar al cine un mito, y por otro lado cómo llevar al cine una vida entera. Lo que decidí hacer fue plasmar la idea de que antes de convertirse en mito, en Madame Satá, Joao fue un ser humano. Y no decidí hacer una película sobre un mito, sino una película que terminara con el nacimiento del mito, y que se ocupara de tratar de entender su genealogía, su formación. Otra cuestión que apareció mientras escribía el guión, fue que cuando uno habla de mito parece que estuviera hablando de algo muy distante al público, a la gente común, y yo quería darle proximidad al personaje, que fuera más ser humano que mito.

ECI: ¿De qué estás hablando hoy, a través del mito Madame Satá?

K.A.: Estoy hablando básicamente de dos cosas: una es la cuestión de la exclusión en Brasil. Brasil es básicamente un país de excluidos. Es diferente a la Argentina, porque existen diferencias sociales abismales. Me interesaba contar cómo alguien que es excluido de todo consigue vivir honradamente. Y de la misma manera me interesaba hablar de un personaje muy testarudo, muy perseverante: para ella era muy importante vivir su vida con dignidad y con placer, y esa es una cosa muy brasileña, la sensación de que no importa como estés, la vida tiene que continuar, sin dejar de lado el placer.

ECI: ¿Sentís que retrataste Brasil a través de tu película?

K.A.: Sí y no. Sí, porque soy brasileño, conozco mi país y conozco a la gente que no tiene nada y siempre trata de vivir la vida de manera placentera. Brasil no es un país deprimido, sino que se sobrepone a sus desgracias todo el tiempo. Y Madame Satá es así. Pero hay una virtud que tiene el personaje, y que me gustaría que Brasil tuviera, y que es la rabia, la furia. Es una expresión de deseo hacia mi país, de alguna forma. El personaje dice "yo soy así y tienes que aceptarme tal como soy", y esa es una reacción llena de coraje, y a mí me gustaría que la gente de mi país fuera más violenta en el mejor sentido de la palabra. Que la gente reaccione, que Brasil se acepte como es.

ECI: Ultimamente se generó una polémica un tanto absurda: la que contrapone a Madame Sata y a Ciudad de Dios como dos retratos casi opuestos, y hasta contradictorios, de Brasil. Se llegó a acusar a Ciudad de Dios de cosmetizar la violencia, de regodearse en ella. ¿Qué pensás de eso?

K.A.: Yo no puedo tomar partido en esa polémica. Soy muy amigo de Fernando (Meirelles), me gustó mucho Ciudad de Dios y creo que esa es una polémica que se dio entre los críticos. Creo que hay muchos puntos en común entre las dos películas (ambas están centradas en personajes excluidos, negros, pobres), pero la realidad es que la mayor parte de la población brasileña es así. Son películas muy distintas en la forma de abordar el tema: la película de Fernando es una radiografía de un estado de cosas, de una situación trágica, y mi película es esencialmente dramática: hay un personaje que decide cambiar su destino. Creo son dos puntos de vista muy diferentes y muy válidos. Más que películas contrapuestas, creo que son películas que se complementan. Y podrían unirse a ellas Onibus 174, que es una mezcla de las dos, y la nueva película de Héctor Babenco, Carandirú. Los periodistas a veces necesitan buenos titulares, y crean un escándalo.

ECI: ¿Cómo fue trabajar con Walter Salles como productor?

K.A. Aportó muchas idea al proyecto, y terminó convirtiéndose en un gran amigo. Fue muy bueno trabajar con un productor que también es director, porque comprende todas las partes del proceso de realización. Me acuerdo que cuando empezó la etapa del montaje yo estaba cansadísimo, y estaba convencido de que el final que había pensado para la película estaba muy bien. Walter miró la película y al final me dijo: vos podés hacer un final mejor. Al principio me puse furioso, pero después entendí que un productor es aquel que puede tomar distancia, que tiene la visión para saber cuándo algo se puede mejorar.

ECI: Uno de los aspectos más fascinantes de Madame Satá es la fotografía. Le da mucha potencia.

K.A.: Walter Carvalho es un sabio. Es un director de fotografía veterano, que trabajó en películas muy distintas, como A la izquierda del padre, Estación Central, Detrás del sol , y que siempre se entrega entero a cada proyecto, sin intentar ponerle la firma a la fotografía, sino adaptándose por completo a la historia, a su imaginario visual. Para mí fue un privilegio hacer mi primera película con un hombre de tanta experiencia.

ECI: ¿Cual es la posición política que toma tu película? ¿Es una película especialmente dirigida al público brasileño?

K.A.: Es una película hecha en primer lugar para los brasileños, pero no exclusivamente. Para mí era muy importante dirigirme al público brasileño a través de un personaje con una fuerza política tan grande. Que tiene como mensaje el no agachar la cabeza, y siempre seguir adelante. Para mí el cine es siempre un acto político. Pero también es conocer "lo otro", poderse relacionar con ideas, cosas y personas que no te cruzás en la calle. Lo esencial en el cine es siempre la cuestión de cómo lograr una conexión íntima entre el público y el personaje que está en la pantalla. Y que el público termine pensando que el personaje es de carne y hueso, y que podría estar sentado ahí, en la butaca de al lado. MCI